PIDO LA PALABRA (CUENTO)

Estacionó el auto en un lugar libre. Bajó, cerró la puerta, entró en el negocio, en esa mañana plena y soleada, contento.
El vendedor lo saludó con un:-"Buenas", y una sonrisa, y le preguntó:-¿qué necesitaba?.
- Buenas, respondió él, andaba buscando un adjetivo, algo específico, ¿tiene?.
- Dígame, ¿concreto?, ¿abstracto?...
- Tiene que rimar con "sutiles", de tres sílabas, preferentemente abstracto.
. Ah!, para poesía.
- Sí.
- ¿Rima asonante o consonante?
- Asonante.
- Mire, adjetivos abstractos no están entrando hace unos días. Tengo algunos sueltos y mezclados pero son usados y algo remanidos. Están de oferta, eso sí, vienen sin garantía.
- A ver, dígame qué tiene.
- El vendedor comenzó a enumerar:
- Pueriles, civiles, gentiles...
- No, algo más contundente, con más fuerza pero no despectivo, relativo a lo imaginario.
-Mmmmmh, atriles, no, es sustantivo, mmmh, viles, no, dos sílabas...
En ese momento entró una clienta, y el vendedor, con otra sonrisa y un:- Hola!, cortés, preguntó de nuevo:-¿qué necesita?.
La rubia se sacó los anteojos, recorrió con una mirada el negocio, y preguntó:
- ¿Poesía?.
- No, tres cuadras para la avenida, de la mano de enfrente, en la esquina, cierran en media hora, es sábado.
Lo volvió a mirar al hombre, y dijo:
- Sigamos, ¿probó con el Word?.
- Sí, pero no lo hallé.
- ¿ Con un diccionario de rima?.
- Sí, busqué, pero tampoco.
- ¿ Sabe qué pasa?. dijo el vendedor, en la planta de Chivilcoy están atrasados con la entrega de adjetivos.
El hombre comenzó a mirar a la rubia, que no se retiraba y escuchaba atentamente.
- Ahá, asentía anonadado ante éso hermosura y sin oír lo que le decía el vendedor.
Ella interrumpió con otra pregunta:
- ¿No sabe si alquilan cuentos en ese otro negocio?.
- Creo que sí, tienen variedad de autores, temas, financian con tarjeta...
Ella volvió a interrumpir:
- Y, ¿palabras sueltas?.
- Acá, dijo el vendedor con una sonrisa, casualmente el señor buscaba un adjetivo, para poesía, creo, dijo en un tono sutil y caballeresco hacia él, que no entendió lo que decía por estar mirando los jeans de ella.
- Sssssí, sí, dijo él, volviendo a la realidad.
- Busco un verbo, comentó ella entre ingenua y distraída.
El, invadiendo el terrreno del vendedor y con actitud curiosa, preguntó:
- ¿Infinitivo?, ¿conjugado?.
- Conjugado, tiempo presente, quizás futuro.
- ¿Futuro perfecto o imperfecto?, continuó él ante la sonrisa del vendedor.
- Es lo mismo.
- Ahá !, dijo él, interesado en el tema y a punto de desmayarse.
- ¿Algún verbo en especial?, tal vez para un cuento... sugirió él.
- Un cuento romántico, me lo regalaron, dijo ella y preguntó:
- ¿Y su poema?.
- No nada serio, dijo él humildemente, un adjetivo repetido, necesito un sinónimo.
- Qué lástima, yo de poesía no entiendo nada, pero es tan linda, dijo, y sonrió por primera vez.
- El se zambulló en sus ojos celestes.
El vendedor los dejó solos y se retiró a buscar el adjetivo y el verbo en cuestión por los anaqueles del local, abriendo y cerrando cajones pequeños y ordenados, y revisando estantes.

-¿El poema es tuyo?, disculpá que te tutee...
- Sssí, sí, escribo, dijo él, ¿cómo sabías?
- No sé, intuición.
- ¿Y tu verbo?
- Es para un cuento, regalo de papá, necesito completarlo con un verbo que falta hace tiempo.
En ese momento volvió el vendedor con una caja de cartón rotulado con una etiqueta: Adjetivos.
Ella preguntó:
- ¿Y mi verbo?
- Sí, disculpe estaba atendiendo al señor.
- Es que me cierra el local, si no encuentro ese verbo tengo que comprar otro cuento, se disculpó ella.
- Por favor, dijo él, atienda a la señorita.
- El vendedor asintió, se retiró y volvió al minuto con otra carpeta rotulada con el título: Verbos en infinitivo.
Ella volvió a acotar, esta vez mas amable y segura:
- Tendría que ser conjugado.
- No, perdone pero... conjugados no, salen poco. Casualmente vendí el último verbo conjugado en ... abril del... 2002, ... a una señora que...
Él interrumpió la interesante acotación con un ...
- Si es por conjugar, cómprelo en infinitivo y conjúguelo usted.
- Es que es el verbo amar y lo necesito en segunda persona del plural, no lo puedo conjugar sola, no sé, admitió ella como pidiendo ayuda.
Él creyó que la vida, el amor, el destino, los Dioses, las circunstancias y todos los idiomas y alfabetos presentes y pasados de la Tierra, le ofrecían una oportunidad brillante, ante la cual dijo:
- Bueno, yo...
- No, no, dijo ella, en segunda persona del plural.
Él se corrigió:
-Perdón, nosotros, podría conjugarlo para usted.
Ella, contenta y sin captar la sutileza, le dijo:
- ¿En serio harías éso por mí?
- Por favor, para qué estamos, yo le conjugaría el verbo amar en todos los tiempos y modos que permitieran el idioma castellano y las circunstancias.
- Ay, te agradezco, ¿tenés mail?
- Sí, dijo él con las pulsaciones en el séptimo cielo.
- Te digo la verdad, en todos los tiempos no necesito, con que esté en presente o futuro simple alcanza.
- ¿En qué modo querés?
- Suave, dijo ella, bah, qué se yo, no entiendo de verbos.
- Podria ser...subjuntivo, indicativo...
- ¿Y vos sabés de éso?
- Algo, dijo él, queriendo que nadie y por nada lo despertaran de ese ensueño en el que se encontraba desde que ella había saludado al entrar.
- Bueno, dijo ella sacando la lapicera, ¿tu mail?.
Él sacó del bolsillo una tarjeta y se la dió. Al leerla ella abrió mucho los ojos y dijo:
- ¡No, sos poeta!.
-Sí, carraspeó él y tosió de los nervios.
-Sos profesional, cuánto me...
- Por favor,no, los poeta buscamos la belleza y ante ella nos rendimos.
- Bueno, lo único que lamento es que no tengo el adjetivo que buscás para tu poesía, ¿cómo era?.
- Que rime con sutiles, tres sílabas, concreto.
- Bah, se sinceró ella, tampoco entiendo nada de gramática, ni de semántica, ni de adjetivos, pero la poesía me gusta tanto, qué se yo, te transporta...
- Bueno, sí, dijo él haciéndose el conocedor, hay poesía y poesía...
- Ya sé, dijo ella, ¿y si vas al super?, algo vas a encontrar, no se, aunque sea otro verbo, algo en oferta, qué sé yo...
Él pasó mentalmente de la búsqueda del adjetivo preciso y certero al catálogo mnemotécnico de los verbos conjugados en todos los tiempos, modos e idiomas que tuvieran que ver con el sentimiento que experimentaba en ése dulce y preciso momento, y dijo...
- Sí, podría ser un verbo...vivir, sentir,... imaginar, ¡el verbo imaginar es tan lindo!
- ¿Tiene que rimar?, dijo ella.
- No sé, podría ser que sí, como que no, con tal que sea el adecuado.
-Ah!!!!, tengo en casa un catálogo de adjetivos, recordó ella.
- ¡Bingo!!!!, resonó en su cabeza, ¿tenés mail?.
- Anotá, dijo ella, y le dió la lapicera.
Él sacó otra tarjeta, la dió vuelta y con las manos temblorosas la miró...
- No, mejor no, ¿tenés tiempo?, dijo ella.
- Todo el tiempo del mundo.
- A ver qué te parece, te venís a casa, buscamos tu adjetivo y me conjugás ése verbo que necesito.
- Mirá que para con jugar ése verbo voy a necesitar un tiempo.
Ella ésta vez sí captó la sutileza y contestó:
- Bueno, tengo un tiempo presente perfecto, y cambiando de tema y con los ojos abiertos de entusiasmo preguntó:
- ¿Vivís lejos?.
- No, soy del barrio.
- Qué justo haberte encontrado, sino tendría que haber cambiado de cuento y alquilar uno, ¡con lo que sale alquilar un cuento!.
- Ni hablar, yo cuando necesito un cuento lo escribo, o imagino uno y lo memorizo al detalle cosa de no olvidarlo. Si no, no podría, pero, ¿te cuento un secreto?, para éso es mejor la poesía, escribís y si te falta alguna palabra la comprás suelta, ¡hay tantas en oferta!.
- Debés tener experiencia.
- Él evitó autoalabarse y cambiando de tema, la miró y le dijo:
- ¿Desde cuando te interesa la escritura?.
- Soy secretaria, redacto y escribo a máquina, pero los cuentos, creo que desde chica, mis papis me leían mucho y mamá los inventaba todo el tiempo para mí. Papá era un gran orador.
El cuento del que te hablo me lo regaló para mis quince años. Tenía una palabra, un verbo sin completar, me dijo que lo tenía que buscar yo, que tarde o temprano lo hallaría.
- ¡Qué lindo!, dijo él, bueno te ayudo, ¿estás a pié?.
- No, dejé el auto en la otra cuadra, ¿venís?.
- Sí, sí, asintió él, contento como si hubiera ganado el quini seis, la revancha y la raspadita a la vez.
- Te llevo, total estäs por acá.
- Dale, vamos.
Ambos se sonrieron, giraron a un mismo tiempo, y abriendo la puerta del local, salieron a la calle rumbo a la casa de ella, felices.
Dicen que allí, ella halló para él, el adjetivo buscado: Sublime, y ël conjugó para ella el verbo amar en los diecisiete tiempos y todos los modos del idioma español, evitando hábilmente el imperativo y demostrando su destreza al traducirlo a otros idiomas y dialectos de la Tierra de manera fluida y amena para sorpresa y asombro de ella que quiso seguir buscando adjetivos concretos o abstractos, con rima asonante o consonante, sinónimos, antónimos, parónimos, u homónimos de sutiles, en principio de tres sílabas, pero después de cuatro y hasta cinco, para retribuirle su dedicación.
Algunos vecinos ilustrados comentan que inventaron el tiempo "presente eterno del modo decisivo", y otros no tanto, que eran muy ruidosos.
Volviendo al local, el ambiente se llenó de silencio al quedar sin ellos, como si el aire los extrañara. El vendedor retornó al mostrador desde el fondo con un verbo y un adjetivo en las manos y con la vista baja, dijo:
- ¿Señor?, ¿señora?, encontré lo que buscaban...
Al alzar la vista no hallo a nadie y en voz baja y tono creciente, exclamó:
- ¡¡¡Pucha!!!, me hice problema durante veinticinco minutos por un adjetivo que nadie necesita y busqué un verbo conjugado en segunda persona del plural durante media hora, y ëstos dos, charla va, charla viene, ni avisan ni saludan antes de irse, ésto ya no es negocio, me voy a ir a vender palabras a otro país y en otro idioma, lejos, donde los adjetivos no paguen I.V.A., ni los adverbios retenciones, ni los artículos y sustantivos impuesto a las ganancias. Ah, y donde la gente diga por lo menos gracias al salir del local. Lo mismo de siempre, encontrarse e intercambiar palabras, ¡total, que labure otro!. Aquí la gente será linda y amable pero éste país es una joda, ¡es una joda!, repetía golpeando el mostrador con el verbo amar y retorciéndole al adjetivo sublime la be larga.

Marcelo Rinaldi



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