EL ARBOL DE LOS CUENTOS

Crecía firmemente
desde hace milenios,
era anterior a nada,
el árbol de los cuentos,
con la palabra viva,
como semilla en tierra
regó una noche, el agua,
su alianza con las eras.
Creció primero un tallo,
oraciones superfluas,
después una doctrina,
que perduró por épocas,
y el tiempo, al verlo bello,
crecer y despuntar,
le envió unos picaflores
que él aprendió a amar.
Al paso de los siglos,
otras ramas crecieron,
algunos agoreros
tramaron por su mal,
pero el árbol crecía
con ello o sin ellos,
y entre historias y sueños
crecía más y más.
Una rama se hizo
poesía y silencio,
otra cuento profano,
otra vuelo torcaz,
y entre besos de novios
y abrazos embobados,
una tarde de mayo
creció una idea más.
Las raíces huyeron
hacia tierras profundas,
errantes y difusas 
trataron de encontrar...
la tierra de los sueños
y el país de las dudas,
aún ellas los buscan
y no van a cesar.
Entretanto la historia
fue creciendo con él,
y el árbol de los cuentos 
fue podado a su vez,
por unos jardineros
que hablaron de "cuidados",
para que crezca recto
según argumentaron.
Tomó fuerzas en nombre
de Dios, siguió creciendo,
se nutrió de bohemios,
de artistas, de bondad,
y una tarde celeste
tras un día sereno
sus frutos con esfuerzos
dió a luz una vez más.
Duró lo que le duran
las pulgas al mal perro,
pero fue algo tan bello
que lo quise contar,
su vida tiene algunos,
no sé cuentos milenios,
el árbol de los cuentos,
mi amigo, mi solaz.


Marcelo Rinaldi

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